viernes, 1 de julio de 2016

El molino en el centro del hogar




Eric y Quisaira trajeron el molino de un viaje a Carúpano cuando aún se conseguía la harina P.A.N. en los anaqueles. Por aquella época le decías a alguien que querías moler maíz con la maquinita Corona y te veían con cara de bicho raro, como si vinieras de otro planeta. Y era más o menos eso. Era que venías de otra época, de antes de mediados del siglo pasado. Y si quien decía usar molino para hacer las arepas era una mujer, peor. O sea que tú quieres volver a la época en que las mujeres estaban esclavizadas en la cocina. O sea que ustedes quieren pasarse por el forro “el progreso”.

Cuando Eric y Quisaira se trajeron el molino acabábamos de recibir la noticia de que nuestro hijo mayor, que en ese entonces tenía tres años, era alérgico al gluten. Alérgico al trigo. Alérgico a la avena. También un poco alérgico al arroz. Y a la caseína (la proteína de los lácteos). Básicamente, alérgico a todo lo que más le gustaba comer. A él, que le encantaba el pan, la pasta, la avena (se la tomaba tuqui-tuqui, hecha con agua, sin azúcar… bien raro el niño), el arroz, el yogurt. Afortunadamente, nos tocó un niño cómelotodo, de buen paladar, como el zamuro de la canción de Serenata Guayanesa. No voy a mentir. Sí le costó dejar de comerse “la arepa blanca”, pero igualito se comía la de yuca, la de plátano, la de ñame. También se comió la de ocumo, la de batata. Con toda la familia de barra, de las abuelas para abajo.

Lo de dejar de comer la arepa blanca vino porque la nutricionista nos contó que el gran tema con lo del gluten era que, en general, todos los alimentos procesados y contimás manipulados genéticamente afectan el cuerpo. Las llamadas harinas precocidas, “enriquecidas” y tal, son las primeras en la lista de los alimentos prohibidos. De hecho nos dijo que tratáramos de no caer en la moda gluten free, que fuéramos a las tiendas de alimentos sin gluten pero de vez en cuando, y preferiblemente para comprar ciertos ingredientes. Que tratáramos de evitar lo procesado industrialmente.

De modo que el tema de la manipulación genética y el procesamiento industrial no es cualquier cosa. El trigo que consumimos es completamente diferente al de antes del siglo pasado. De modo que tanta gente celíaca hoy no viene de la nada, no es un epidemia, aunque sí ha devenido moda. Mucha gente piensa que para adelgazar hay que comer sin gluten, o que es más sano comer la comida con la etiqueta gluten free. Y entonces hay que comprar pasta gluten free, galletas gluten free, pan gluten free, tequeños gluten free, empanada gluten free, rollos de canela gluten free… en la tienda gluten free.

Así que el molino llegó para que, en lugar de la arepa blanca, el niño pudiera comer una arepa de maíz completo, con el maíz hervido y molido en la casa.

Y ahí empezó todo.

Por cierto: ninguna mujer esclavizada con la maquinita Corona. Como la familia que le tocó a Mauricio es medio “tribal”, el maíz lo muele papá, el abuelo, los tíos, y de vez en cuando, la mamá. Porque además el cambio en la alimentación que nos regaló el muchachito lo que hace es reforzar la idea de que la vida hay que cuidarla en cambote. Corresponsabilidad con eso.